martes, 5 de julio de 2011

La verdadera historia del kalimotxo (VVAA, 2006)


En 2006, una empresa euskalduna de marketing se sacó de la manga este fanfletito pop de bolsillo, que pretendía ser un divertimento efímero (y un poco snob) pero que, entre las subvenciones y que la gente empezó a pensar que se trataba de una historia real y que había que conocer, se convirtió en un pequeño best-seller. En realidad se trata de diez o doce artículos, cinco fotos sueltas y dos historietas de autores del TMEO (Roger y un Ata garabatero y desconocido). Nos cuentan la historia de un actual ejecutivo de PriceWaterhouseCoopers que cuando era adolescente se vio obligado, junto a su kuadrilla, a organizar las txoznas de la fiesta del puerto viejo de Algorta, en 1972. Pero como eran un poco txoriburus, compraron dos mil litros de vino picado, así que se les ocurrió pedir ayuda a una multinacional para no arruinar las cosas y mezclaron al azar con varias bebidas hasta que dieron con una que matase el sabor a rancio: la Coca-Cola. La fiesta fue un exitazo, pero se les olvidó patentar el invento. Otros artículos cuentan, con mayor sensatez, que se lleva bebiendo vino con cola desde hace cien años, incluso en lugares a las afueras de Bilbao como Suecia o Finlandia; que no es un cóctel muy elaborado precisamente. El kalimotxo, calimocho, riojalibre o golden wine (como lo llaman en varios lugares de Europa), en cualquier caso, está ligado en nuestra cultura a fiestas costrosas con punkies tirados en el suelo sobre sus propios vómitos. Ahí están Fermín Muguruza, por ejemplo, para aclarar hasta qué punto la lucha contra el imperialismo yanqui y su Coca-Cola fue importante en los setenta en Euskadi, y apunta que el echarle vino barato pudo ser una estrategia de la CIA para introducir la bebida gaseosa en Euskal Herria. Otros autores nos cuentan cuánto de marketing hay en el ungüento, y por qué no se vende todavía en El Corte Inglés. Y también aprendemos, por ejemplo, que el nombre se lo dio una empleada de la limpieza de California pasando el mocho. En fin, un libro curioso y chorra que, como digo, probablemente haya generado varias leyendas urbanas.

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