lunes, 26 de septiembre de 2011

El jardinero nocturno (George Pelecanos, 2009)


El folletín sarcástico Público traía hace unas semanas, por 2,50 euros más, la novela más famosa de Pelecanos, uno de los escritores de novela negra y hardboiled contemporáneos más conocidos, y a la sazón famoso por ser "el de The Wire", uno de los guionistas estrella de la dichosa serie (y también guionista estrella de The Pacific, de Treme y seguramente también de los próximos mil pelotazos supra-testosterónicos de HBO). Alguien me la recomendó vivamente, y me tuvo atrapado exactamente durante dos días, dos días con la novelita como accesorio estético de aquí para allá, bien atento al negro sobre blanco, tratando de ayudar a Gus Ramone y el resto de ioputas del Departamento de Homicidios de la policía de Washington D.C. a desentrañar el misterio del "jardinero nocturno". Éste no es otro que un asesino serial que sodomizó, dio muerte y a continuación arrastró hasta un jardín de zona residencial a tres adolescentes en 1985, adolescentes cuyo único crimen había sido ser bautizados con nombres palíndromos y vivir entre negratas. La novela arranca y termina en 1985, pues. Allá conocemos a Gus Ramone, el protagonista, un madero casado con una negra y con un hijo que ahora, veintialgo años después, es un adolescente negrata aunque no palíndromo; a Dan Holiday, que por entonces era su compañero de patrulla (ahora Gus hace la ronda con una mujer llamada Rhonda [risas]; y Holiday conduce limusinas y se pone fino a vino), ambos recién llegados a las calles; y al legendario detective Cook, quien se encargó del caso irresuelto en los ochenta, y que a día de hoy, por supuesto, está obsesionado con el asunto, al hilo de dos nuevos asesinatos en D.C. con similar modus operandi. Holiday y Cook, ya retirados retomarán su relación dos décadas más tarde al margen de la ley, mientras que a Ramone le asignan el caso. Alrededor de los tres personajes irán apareciendo otro buen montón de maderos, profesores de institito, adolescentes, compañeros de barra de Dan Holiday, sospechosos, gentuza... Un incesante namedropping que es lo que me pone más nervioso de Ellroy y de la novela negra norteamericana en general. También me cargaron un poco las descripciones someras y aleatorias de todos los escenarios, donde Pelecanos hace uso de una especie de "sandwichera automática de descripciones vagas y directas" (supongo que un gaje de su labor como guionista de televisión). Pero como decía al principio, estuve absorto en la lectura durante esos días días libres míos, abierta a un palmo de mi cara sin soltarla allá donde fuera como si fuese Eddie Murphy fiel al vaso de agua hacia la daga de Ajanti, así que conseguí no perderme ante el despliegue de nombres de jodidos policías y otros ciudadanos sin personalidad ninguna, y que de paso no se me hiciera pesada la novela, sino estimulante y entretenida. Como curiosidad, diré que en la última página, encima, se hace referencia a "Evil live", palíndromo él, uno de los discos favoritos del asesino, y también de mí.

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