miércoles, 18 de abril de 2012

“The artist” (Michel Hazanavicius, 2011)


Desde que vi, de crío, la versión cinematográfica de “La venganza de Don Mendo”, no me cabe la cabeza que se haya seguido haciendo cine con los diálogos en prosa. ¿Estamos todos locos? Así como el sonoro desbancó al cine silente, el technicolor al blanco y negro, el blurray al DVD (risas)... el peldaño de la prosa se debió haber dejado atrás hace mucho. Es la evolución natural del espectáculo. Quizá el gran público no estamos aún preparados. Todo llegará. Pero estoy divagando. “The artist” es tan simplona como hermosa, estremecedoramente optimista y agradable a la vista. Un “Cantando bajo la lluvia” al revés al que creo que le sobraban los guiños torpes, el jugueteo con los sonidos, como lo del vaso en el camerino, y en genearl lo del actor incapaz de vocear (todo un pelín cobarde, predecible y completamente innecesario) y mendigarle tanto a la Academia De Los Cojones. La música tampoco me gustó mucho y creo que no acompañaba, no era digna de las imágenes. Por separado creo que me gustará, a ver si me hago con la BSO. Pero me dejó un poco frío, en general, todo el acompañamiento sonoro. En muchos momentos esta peliculilla tan, tan brillante y entretenida por lo demás, me hizo estremecer de placer, porque el protagonista y el perrico están soberbios, pero me gustaría volver a verla en mute mientras los Beau Hunks improvisan junto a la pantalla, con toda una sala de cine vacía a mis espaldas. Lo que está claro es que a nadie le importa una mierda el 3-D, ni el sensorround, ni las multisalas a precio de órgano vital. La inustria cinematográfica necesita una involución tecnológica inmediatamente. ¡Que resuciten a Segundo de Chomón para que ponga orden en este sindiós!

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