miércoles, 18 de abril de 2012

Transmetropolitan (Warren Ellis, Darick Robertson, 1997-2002)


Amorrado al tablet de aquí para allá, estuve releyendo la serie entera de Transmetropolitan, una obra mayúscula que me cautiva por muchos motivos, y a la que vuelvo una y otra vez. Ciencia-ficción desatada, pesimista, guarra, un compendio de ideas brillantes y conocimientos definitivos de anticipación, ciberpunk, post-Apocalipsis y periodismo gonzo. En Transmetropolitan se da la mano lo mejor del punk británico futurista (que Spider Jerusalem recabara en esa La Ciudad apócrifa del sello Vertigo en lugar de en Mega City Four, es totalmente fortuito), las poderosas ideas de la ci-fi nihilista de los setenta (Philip K. Dick por delante, Ballard presente) y los más importantes mandamientos del malditismo literario y periodístico: Hunter S. Thompson, Henry Miller, Orson Welles, hasta Triumph The Insult Dog son reclamados o mancillados. La obsesión de Ellis por retratar una sociedad decadente y que hace mucho que se ha ido por el retrete, queda especialmente patente en aquellos episodios formados a base de bellas estampas anotadas por Spider Jerusalem, imprescindibles para echar un vistazo alrededor de lo que sucede en la trama. En cuanto a ésta, los 60 números de la serie dan rodeos en espiral en torno a la misma idea: la corrupción política, las injusticias sociales, los falsos mesías, la falacia de la religión/televisión... Una bofetada preciosa, a traición, imprescindible, imposible de concebir sin el trabajo minucioso, barroco y obsesivo de Darick Robertson.

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