sábado, 28 de abril de 2012

“Vampirismo ibérico” (Salvador García Jiménez, 2011)

Envuelto en un fantástico collage creado por Miguel Brieva, este es un completísimo ensayo sobre los chupasangres españoles de la vida real. Un libro de criminología y anecdotario carpetovetónico en toda regla (a archivar muy cerca de “España es sobrenatural” de Mondo Brutto / Vacaciones en Polonia, de esta misma colección de la editorial Melusina), que recoge un asunto truculento y poco conocido de nuestra “crónica negra” (que se dice): a principios del siglo XX, la tuberculosis, la tisis, la llamada peste blanca, era una auténtica plaga que estaba haciendo estragos. El analfabetismo imperante, la superchería y el curanderismo, animaban al enfermo de tisis a beber sangre para curar sus males. En torno a este asunto, el autor hace un recorrido exhaustivo, muy muy muy exhaustivo, documentando todos y cada uno de los casos de que se dio cuenta en la prensa nacional: las colas en los mataderos, el tráfico de transfusiones, y sobre todo los grandes casos de infanticidios salvajes que se produjeron en la España Profunda de la primera mitad del siglo, con la única intención de dar de beber la sangre a algún tísico adinerado, bajo la estúpida idea de que esto sanaría su enfermedad. Como bien explica don Salvador, a comienzos de los años 50 cesaría la cacería de niños en los pueblos, al comenzar a construírse hospitales para tuberculosos por toda nuestra geografía; la mayoría de los cuales, además, actualmente están abandonados y son objeto de peregrinaje de los amantes del decay y también de las psicofonías. Un final extraño y paranormal al periplo narrado, el de la crónica negra relacionada con la sangre de niños inocentes y su consumo supersticioso. Los casos de nuestros “vampiros” españoles, uno por uno cronológicamente, se detallan en la segunda parte del libro. Nuestros Jack the Ripper a finales del siglo XIX, nuestros vampiros de Dusseldorf cañís, e incluso folklóricos ejemplos de tipos que duermen en ataúdes por hacer la gracia y salir en la tele, ya bien avanzado el siglo. La documentación y la hemeroteca consultada es bárbara, exageradísima. El autor ha repasado décadas de sucesos en más de cien diarios locales, y localizado referencias al asunto en mil y un resquicios de nuestra literatura, incluso acudiendo al pliego de cordel si es necesario. El principal problema de este voluminoso y acojonante ensayo radica, precisamente, en eso: el autor ha tirado y tirado tanto, pero tanto, es que tanto y tanto y tanto de hemeroteca, se ha esmerado de tal manera para localizar hasta la mención más inocua y absurda al asunto del vampiro en España, que algunos episodios del libro te dejan perplejo, cuando no asombrado de puro absurdo e innecesario que resulta estar leyéndote esto. Sobre todo en la primera parte del libro, los 18 primeros capítulos, donde se nos pone en situación, se mencionan algunas curiosidades como la leyenda de la afición de la propia estirpe borbona por chupar sangre infantil o el “falso vampiro” de Benidorm que acabó como actor fetiche de Jess Franco; pero también se nos abofetea con largos capítulos listando interminables ejemplos de corridas de toros en las que el bicho se llamaba “Vampiro” o “Murciélago”, ridículas andanzas de médicos que sacaban sangre a traición a los ciclistas durante el Tour de Francia, o incluso anécdotas infantiles recogidas en la cultura popular sobre niños a los que se les llamaba Conde Drácula en el cole (?!)... No queda ni una sola mención en toda la historia de la prensa española de principio de siglo sin apuntar. Las imágenes de los vecinos yendo a beber a los mataderos, o al chuparles el cuello a los ajusticiados legalmente en plena vía pública (el autor tiene otro ensayo sobre verdugos, con el que habrá dejado secas igualmente las hemerotecas), el terror de la gente al “hombre del saco” o al “sacamantecas”, las leyendas sobre gitanos y vagabundos errantes que visitan los pueblos, el Miedo en estado puro de la España Profunda, la propia casuística de asesinos de facto (el vampiro de Gádor y la famosa Enriqueta Martí a la cabeza) y las mil y una anécdotas recogidas y transcritas, con ese maravilloso regusto a reportero de sucesos añejo, a cuando el periodismo era una profesión decente, bien merece la pena la lectura. Por poner alguna pega más, la narración adolece de poco explicativa, sin preámbulos, sin medias tintas: tirando de hemeroteca, cronológicamente, se nos va relatando TODO lo que pasaba en aquellos pueblos de dios, enumerando acontecimientos con pasión “sabinesca”, y con entre 2 y 20 notas por página, que interrumpen un poco la lectura (aunque las notas están al final). Pero el volumen es realmente interesante. Y la portada de Brieva, desplegable, con ese Bela Lugosi sobre la Cruz de los Caídos abarrotada de vampiros o la monja, el Caudillo y el torero con caras de murciélago, es para enmarcar.

2 comentarios:

  1. Yo estoy con "Generación A" de Douglas Coupland y está muy bien, salen muchas referencias a los simpson

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  2. Anda, pero no está en español, ¿no? Sí, Coupland habla bastante de los Simpson.

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