martes, 17 de julio de 2012

Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012)

Mi cita con los Ideal de este mes fue un lunes asfixiante. No había casi ni dios. Fila seis desierta. Litrona de agua mineral. Sonrisa de bobo para asistir al álbum de cromos vintage en movimiento que ha coleccionado Wes Anderson este año, a mayor gloria de una disneyana y hipster historia de amor entre adolescentes inadaptados. Yo fui boy scout durante más de una década y media, y obtuve de lobato mis insignias en especialidades como las de cabullería, supervivencia o cocina, me caí una vez en una letrina y he cazado culebras en el río; así que el placer experimentado ante mi estancia en la isla imaginaria ha sido, quizá, doblemente hermoso. Mi película favorita del año, sí señor, una gozada, un capricho, con obvias contraindicaciones, pero de las que a mí me gustan: pura evasión colorista, disparatada y fantasiosa para niños grandes. Con una casa de muñecas gigante, un bosque indie, pickups portables, monzones criminales, niños exploradores armados, maquetas a tamaño real, breves interludios y algún que otro efecto en stop-motion (ya se quitó la espina del todo en “Fantastic Mr. Fox”), Bruce Willis y Edward Norton tiernos e impecables, Bill Murray desopilante, Frances McDormand adorable, un anciano Harvey Keitel rememorando al perfecto Baden Powell local y dos nerditos románticos, inteligentes, valientes y salvajes, tal y como nos recordamos a nosotros mismos.

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