martes, 17 de julio de 2012

Southern Culture On The Skids – Éxitos

Escuchando la intensa, de altísimo gusto, perfecta versión que hicieron SCOTS de “Rose garden” que sonaba en mi bar, un amigo me pidió que le grabara más cosas de esta banda. SCOTS y su carrusel de revisionismo del folklore sureño, esa receta impecable de country, surf, rockabilly, garage y pop-rock son una de las cosas que más me gustan en el mundo. El carisma y la belleza de Mary Huff con su pelo atómico, el talento y la honestidad de los dos (o tres) caricaturescos rednecks con sombrerito que la arropan, sus slide guitars, banjos, pizarras, pollo frito y pelis de Santo, conforman un singular cóctel de genuina imagen y música populares norteamericanas; una fórmula brillante e inigualable que es imposible que haya nadie al que no le fascine. SCOTS son más grandes que Jesucristo, los Beatles y la madre de Gilbert Grape juntos sobre una catedral. A raíz de este recopilatorio que hice la semana pasada, he vuelto a escuchar incansablemente los 16 discos que tengo a mano a todas horas, y en esas sigo. Empezaron haciendo psychobilly instrumental, denso y cavernoso a mediados de los ochenta, una época extraña pero necesaria. De aquellos primeros y tímidos experimentos crampeanos queda su pasión por el instro-surf con aullidos y risotadas de monstruo, que permanecen en toda su discografía, y en discos conceptuales como el halloweenesco EP “Zombified” (1999, reeditado en 2011). El EP “Santo swings!” (que conservo en vinilo coloreado siempre a la vista; una pieza de culto como no se me ocurre otra) es otra de las piezas del aparentemente simple puzzle del imaginario Sureño. Entre medias, discos sencillamente perfectos como “Dirt track date”, “Plastic seat sweat” o “Liquored up and lacquered down”, tres discos como tres castillos, que hicieron que SCOTS salieran de la granja y se instalaran para siempre en el Firmamento. Sus obras más recientes (“Mojo box”, el gargantuesco disco de versiones “Countrypolitan favorites” y el reciente “The highlife”) gozan de una producción tan limpia, tan delicada y tan rendida definitivamente a la voz de Mary, que perfectamente deberían entrar en las listas de superventas mundiales, y no entiendo cómo SCOTS siguen sin salir del circuito de culto. La lista de las canciones que escogí sale en la contraportada que le hice a este disco (por otro lado, con un diseño tirando de Paint MS y dos imágenes sacadas de tebeos que tenía por el escritorio, tan feo y estridente que te rechinan los dientes al verlo; lo sé, pero a mí me gusta y no sé hacerlo de otra forma), y tuve que prescindir de algunos de los favoritos de la propia banda. Pero no podían faltar las maravillosas baladitas vaqueras que protagoniza mi Mary (Rose garden, Just how lonely, Funnel of love, The highlife...), sus hits y versiones más redondas y definitorias (Shotgun, Camel walk, House of bamboo, Daddy was a preacher..., Banana puddin', Love-a-rama...), y en fin, que ahora mismo no se me ocurre otro grupo del que me gusten tantas canciones.

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