martes, 18 de junio de 2013

"Café de Flore" (Jean-Marc Vallée, 2011)

Recientemente he conocido a una persona que ha adquirido gran importancia en mi vida; y tras ayudarla a instalarse en ella, y sobre todo en su casa, a cambio me regaló un par de libros franceses (uno de Beigbeder y ¡una preciosa edición de "El principito"! Es un sol...), porque acaba de aterrizar de pasar tres años en París. En un momento dado, durante una conversación muy intensa a deshora y después de habernos bebido nuestro peso en ron, mencionó esta película, y que algo que pasaba en ella le había recordado a lo que estábamos viviendo en ese momento. Me quedé con el título, y al día siguiente, en cuanto se me pasó la resaca, me la estuve viendo, con aquella conversación, y mi interlocutora, en mente (hace alrededor de un mes ya que la vi, y es que tengo esto muy abandonado). Y qué putada, cuando te pasa esto: que una persona que te importa, que te fascina incluso, ¡una tía además!, te habla de algo importante para ella (no me la recomendó precisamente, eso no), lo ves y... no te dice nada. De hecho, si no me hubiera hablado ella de esta película, no la hubiera soportado más de diez minutos. Esta es una historia que arremolina dos historias de amor en dos épocas distintas, que discurren paralelamente, con ciertos reflujos la una de la otra, para al final confluir de manera inverosímil. Y golpearte así en las narices con un montón de mensajes maniqueos y pomposos sobre el Destino, el Azar, la Serendipia, el Poder del Amor y el Catacroquer. Contiene todo lo que menos me gusta del cine francés y mediterráneo en general (salvo Vanessa Paradis, que sí me gusta mirarla aunque he comprobado que hora y cuarto máximo), y se me atragantó como un croissant de uralita.

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