viernes, 9 de agosto de 2013

Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994)

Tengo la horrible manía, a veces, de subir a este blog las carátulas de lo que veo y escucho en situaciones en las que no me apetece nada escribir sobre ello. Dejo el post con la carátula para no olvidarme, y ponerlo al día en otro momento. En este caso, hace más de 20 días que abrí este post (y los siguientes) y ha permanecido en espera de que superase mi indolencia. Prometo no hacerlo más en lo sucesivo, porque la idea de hacer esto era verter opiniones espontáneas, arrebatadas y casi sobre la marcha. Y en muchas ocasiones, sencillamente se me olvida lo visto o leído.

En este caso, además, juraría que ya había hecho la crítica. O a lo mejor lo confundo con la reseña de "Verano de corrupción", el libro en el que viene incluído el cuento Rita Hayworth y la redención de Shawshank, en el que se basa esta película, que yo había cometido el error de no haber visto hasta ahora. Qué puedo decir, todo el mundo ha visto esta joya, un peliculón que, todavía en este momento, está en el puesto número 1 de la lista de las mejores 250 películas según las votaciones de los usuarios de IMDB (por encima de padrinos, tarantinos y otras zarandajas). Efectivamente, es una película perfecta, emocionante, terriblemente humana, sobre un Norteamericano Bueno injustamente condenado a cadena perpetua, lo impresionante que resulta lo que hace y cómo pasa a la historia. Muy fiel al relato original, con un reparto extraordinario, no tengo excusas para que se me hubiera pasado verla. Supongo que es lo que pasa cuando algo te lo repiten mucho y se le ofrece tratamiento de icono, que es como si ya lo hubieras visto, y no me había puesto hasta ahora. Una historia fascinante (en mi top 5 de Stephen King) y una versión cinematográfica que, contra todo pronóstico, no desmerece en absoluto.

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