miércoles, 30 de septiembre de 2015

REUNIÓN DE MAJORETTES

Soy de esas personas a las que les gusta más la radio que el audiovisual; aunque solo sea por mi poca paciencia y mis dificultades para estar sentado más de media hora mirando una pantalla, la música y la radio musical siempre han sido mi fuente favorita de entretenimiento doméstico. Fanático y un poco nostálgico de la Radio 3 de los 90s, idólatra de figuras del medio como José María Rey, Paco Pérez Bryan, Diego Manrique, Jesús Ordovás, "Cifu", Ramón Trecet, Los Hermanos Pizarro o Juan de Pablos, desde muy pequeñito me recuerdo pegado a un transistor, y continuamente comprando casetes en los que hacerme recopilaciones de las canciones del arradio. De pequeño yo hacía radio imaginaria desde mi casa, entrevistaba a mi hermano pequeño cuando yo tenía 12 años, y también grababa programas con mis primas cuando venían a casa. Recientemente, también he emitido muchas veces lo que escuchaba desde Grooveshark, 24 horas, e incluso en algún momento ¡tuve oyentes! Pero sin locución, claro, y desde mi casa para internet, y no es lo mismo. Recuerdo con mucho cariño la primera vez que escuché por la radio a muchísimos artistas en los primeros noventa, que de alguna manera me cambiaron la vida (Nirvana, Pavement, Fugazi, Extremoduro, Albert Plá, Rage Against The Machine, Violent Femmes, NoFX...), muchos festivales, muchísimas horas aprendiendo cosas con Pioneros, infinitas tardes entusiasmado con aquel magazine que se llamaba Déjate besar o mañanas con la etapa buena (post-"comechochos"-Motos) de No somos nadie, con los primeros programas-despertador musicales de la radio pública; recuerdo cómo me tragaba todas las tardes el Discópolis, esperando a esos momentos en los que a José Miguel López, solo dios sabe por qué, se olvidaba de sus músicas del mundo y radiaba completos conciertos de Green Day desde casas ocupadas o desgranaba extraños discos alemanes de versiones punk; de hecho, yo creo que podría recitar aún la parrilla de Radio 3 con sus correspondientes locutores, de mediados de los 90s; y gracias al fanzine Mondo Brutto, o a los libros que sacó La Máscara, pude saber muchas cosas interesantes sobre la vida real de los locutores; también idolatro a varios locutores de la WFMU, al Dr. Demento, incluso a muchos locutores de radio política o deportiva (que nunca me ha interesado demasiado; salvo los tiempos de La ventana cuando volvía del cole en esa misma época, que me lo pasaba pipa escuchándolo) solo por cómo admiro su profesión...; yo llamé varias veces a Radio 3 y salí en antena, concursando para que me enviaran a casa discos, libros y entradas. En una ocasión llamé al show Peligrosamente juntas, y Juan José Millás adivinó que estaba tirado en la cama de mis padres, y me dejó un poco loco; en los comienzos de Los conciertos de Radio 3 fui al menos 5 veces a los estudios de Prado del Rey con un colega (antes de la aséptica reforma, cuando aquello era más parecido a un colegio destartalado, y siempre insistimos para que nos hicieran una visita por las instalaciones. Me acuerdo de ver a varios técnicos echando la siesta por los pasillos, y me acuerdo de que pude saludar a algunos de esos locutores y les puse cara por primera vez (Julio Ruiz, Chema Rey, Pilar Arzak) antes de ver sus fotos, y les hacía mucho ilusión que los geeks de la radio se interesaran por sus cosas, en lugar de ir solo por los conciertos gratis; también fui bastantes veces a ver la emisión en directo de Gomaespuma o La jungla de José Antonio Abellán (en los tiempos del "Uka chaka..."). Cuando saqué mi fanzine de música rara, escribí a Radio 3 a ver si Javier Crudo me lo mencionaba y me los quitaba de encima, y en lugar de eso me pasó su teléfono y quedamos en hablar. Poco después grabamos un programa entero poniendo mi música. Me vinieron a buscar a casa y me devolvieron a la misma en un coche de empresa, pude estar un rato con los redactores, con Javier y con "Cifu", que hacía el programa previo. Con el tiempo, también he estado invitado en las instalaciones de la Ser en Alcalá de Henares varias veces, en Radio Carcoma, en Radio Círculo, en unos estudios en la Gran Vía y en una radio de Vallekas que no recuerdo los nombres... Y en Guadalajara tengo varios amigos que hacen o han hecho radio en una emisora que se llama Radio Arrebato, que funciona desde 1988 desde un instituto de esa ciudad. Tengo amigos allí, y he ido muchas veces, a pasar el día, a ver conciertos, a pinchar e incluso a hacerme cargo durante una temporada de un bar legendario de punk-rock que hay en el casco viejo, un pub de rock como los que había antes en Madrid, y que ya no quedan. Me obsesiona la radio, toda la magia que conlleva, la compañía que hace durante las 24 horas del día... Con la irrupción de internet, el podcasting y la increíble web de RNE en la que todo queda registrado y se puede descargar, mis rutinas radiofónicas han cambiado. Por alguna razón, ahora apenas escucho en directo (muchísimo) Radio Clásica a través de la tele, que la sintonizo pulsando un solo botón siempre que nada de la programación me atrapa, y la WFMU o la radio de Stephen King (que ahora no recuerdo el nombre) a través de sus app para el móvil. Siempre hay algo fascinante sonando ahí. Siempre pasan cosas fantásticas en la radio. El ritmo trepidante, la absoluta ausencia y rechazo de la imagen, la compañía que hace a oscuras, todo es maravilloso en este mundo de los transistores.

Y la semana pasada, sin habérmelo planteado, durante una nueva visita como invitado a Radio Arrebato, me propusieron, ¡en directo en antena!, ocupar yo mismo una franja horaria en la parrilla. Al principio me pareció que, aunque es el sueño de mi vida hacer radio (y mucha gente me dice que tengo "voz de radio"), ya surgiría la posibilidad en el futuro, que yo vivo en Madrid y que... y que... Qué coño, las oportunidades vienen por algo, y total tardo menos de una hora en llegar a la emisora. Los lunes por la noche tengo una nueva actividad extraescolar favorita, que consiste en coger un autobús que me lleve a la pecera de Radio Arrebato, ahí debajo del letrero de on air, y poner canciones. Llevo meses queriendo hacer un podcast, y con un amigo llevamos años pensando en ello (queríamos grabar desde un sótano de Malasaña al que teníamos acceso, ya no, hacer radio literaria y musical, imitando un poco a Rosa de Sanatorio, y entrevistar también a gente anónima o indigentes que nos cruzáramos por la calle), como hace ahora todo el mundo, que se compra un micrófono y se pone a improvisar sus chorradas... Me interesa mucho el mundo del podcast, y he escuchado docenas, y la mayoría me parecen una mierda espantosa. Coleguitas que se ponen a hablar de bobadas, creyéndose el centro del mundo porque tienen un micrófono de 100 euros y una wifi. De hecho, la radio pública también ha cambiado bastante, y algunos programas de Radio 3 sin ir más lejos no tendrían cabida en la exigente RNE de los 90s y 00s (y eso que en ningún momento estoy mencionando la radiofórmula...).

Ya no se hacen programas temáticos de radio musical salvo en Radio 3, ya no hay absolutamente nada más. Cero. Muchos locutores clásicos se han jubilado, y algunos de los nuevos tienen muchísimo nivel... pero algunos son muy lamentables (y no estoy pensando en el polémico Santiago Alcanda, al que yo respeto mucho). Yo quería hacer un podcast de música temática. Y la posibilidad de hacerlo en directo, desde una emisora profesional repleta de botoncitos y con sitio para tener invitados, 6 pletinas diferentes, micrófonos y auriculares profesionales, todo tan hermoso y con tanta historia alrededor, me ha motivado mucho y llevo varios días muy obsesionado con esto, con estar yo, de repente, al otro lado. Aunque no lo escuche nadie en directo, en estos tiempos que corren, y que su podcast tenga el mismo peso específico que cualquier otra puta mierda que hagan unos adolescentes, en realidad esto es bonito también. No sé si va a tener mucho futuro, y de hecho estoy sustituyendo a un programa de heavy metal cuyo responsable ha tenido un accidente grave después de 28 años en antena, y en cualquier momento esta aventura podría terminarse, y yo tendría que buscarme otro espacio en el que seguir con mi discurso, como un adolescente cualquiera; pero, de momento, estoy muy entusiasmado, y sueño con mi programa y duermo mal y me veo haciendo ejercicios bocales y hablando en alto tratando de eludir los latiguillos, casi hasta enfermar... Supongo que es cosa de la novedad, y de que haya sido tan repentino, tan inesperado, y que aquella emisora sea tan seria y repleta de gente tan maja. Y que Guadalajara tiene algo, también, que me fascina y me llama a volver cada dos meses como máximo a recorrer sus calles. Ahora iré una vez por semana, todos los lunes por la tarde, para hacer mi programa de 20.30 a 21.30, en directo, en soledad. Va a ser un invierno frío, porque en Guadalajara siempre hace casi 5 grados menos que en Madrid, y eso que en Madrid el invierno es jodido. Pero todo ello forma parte de la experiencia, y estoy haciendo un programa de radio, no un podcast desde mi casa contándole estupideces a mi primo y hablando de mí mismo todo el rato, como en los más exitosos y repugnantes podcasts españoles. Tengo un programa de radio, eso es así. El primero tuvo lugar este lunes, y a pesar de sus miles de fallos, estoy bastante contento, ya que lo preparé a contrarreloj, y después de escucharlo en su primera reemisión de madrugada, quedé muy contento, más por la selección musical que por mi intervención; tengo muchísimo que pulir, y quiero ir mejorando, siempre teniendo muy claro lo que quiero y lo que no quiero hacer. Ya tengo preparado (desde hace días, en realidad) el siguiente programa, estoy ultimando el siguiente y tengo anotaciones para los 15 siguientes. Esto me está resultando muy fácil, y me hace mucha ilusión pinchar canciones que probablemente no hayan sonado nunca en la radio española, y que a mí me entusiasman. El espíritu de Irwin Chusid, de Moncho Alpuente, de Frank Zappa, del Dr. Demento, de Ángel Álvarez, de Howard Stern, de Frasier Crane, de Doña Croqueta y de Encarna Sánchez se me han metido dentro, y espero que se me pase pronto esta enfermedad y este nerviosismo que me tienen engarrotado (todo el día desde hace una semana, salvo la segunda media hora que estuve ante el micro) y simplemente se convierta en una afición, que realice con toda la profesionalidad que pueda ir adquiriendo, y que a partir de ahora pueda decir que soy un radioaficionado, que me encanta. Ah, por si alguien lee esto, el programa es Reunión de Majorettes, y en ese blog que he creado y en su página de Facebook iré narrando qué pasa con todo esto. Ay, la magia del directo. Me hubiera gustado estar antes, pero me ha llegado ahora. No me interesan la payola ni los discos gratis, ni la audiencia, ni la fama; ni muchísimo menos, la tele o el cine, eso jamás me ha interesado para mí: es el rato en el estudio y la apabullante generación de ideas que me está asolando estos días lo que me reconforta. Ojalá me dure mucho tiempo esta sensación.

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